de Federico.Extasiado ante la aparición, el agricultor se quedo quieto por unos instantes ante el ovni hasta que algo le sorprendió acercándose por su izquierda. Tras un grueso algarrobo, situado a la vera del camino, avanzaban dos seres idénticos entre si, de poco menos de 90 cm de altura que, vestidos con atuendos blanquecinos como hinchados de aire, corrían a gran velocidad en dirección a la presunta nave.
El extraño traje, muy ancho y volátil, les cubría todo el cuerpo, llegando casi a tocar el suelo, ambos humanoides alienigenas portaba unas gafas muy aparatosas y negruzcas que prácticamente eran lo único visible de un rostro pequeño y parcialmente oculto. Los pies, pequeños y redondeados, apenas podían verse bajo la blanca túnica. Si acaso es reseñable la comparación realizada por el testigo, a quien esas extremidades le recordaron vagamente a unos guantes de boxeo. Tras penetrar en el objeto, este comenzó a elevarse en vertical sin emitir sonido alguno. Ante semejante visión el señor Ibáñez no pudo hacer más que aferrarse al volante y comprobar que la base del ovni era también lisa y plana.
Escasos días después, varios investigadores descubrieron en el lugar cuatro extrañas huellas de forma circular que rodeaban una marca con la misma forma. Era una prueba más de las muchas que se producirían aquel caluroso verano, demostrando que algo insólito estaba ocurriendo en los solitarios campos españoles.Extraido del libro: Encuentros Ovni, La historia de los Ovni en España. Iker Jimenez
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