
El jefe de Gabinete Técnico de la Policía Nacional declaró al periodismo que nunca se había encontrado con un caso así. Las investigaciones realizadas para descubrir la identidad de este misterioso personaje fueron infructuosas.
Ocurrió que en los boscosos parajes de San Lázaro, a unos seis kilómetros de Santiago, al tomar la curva cercana al Puente de Paredes, la máquina se topó de improviso con un sujeto que caminaba por la vía de espaldas a la dirección de dónde venía el tren.
Después del atropello, el conductor pudo detener la máquina a unos cien metros del lugar del accidente y, sin dudarlo, se encaminó rápidamente hacia la cola del vagón dispuesto a auxiliar al siniestrado. La esperanza de encontrarle, aunque sólo fuera con un hilo de vida, se desvaneció definitivamente al contemplar la escena que surgía ante sus ojos.
En la vía se encontraban los miembros inferiores, separados del tronco, con algunos jirones de ropa. Y junto a ella, el resto del cuerpo presentaba múltiples amputaciones y deformidades como consecuencia del violento choque. El maquinista no pudo reprimir un escalofrío al contemplar el rostro casi irreconocible del muchacho, cuyas facciones aún estaban contraídas en lo que parecía ser la expresión final de un grito de dolor.

La autoridad judicial se desplazó al lugar del accidente, ordenó el levantamiento del cadáver y su ingreso en el departamento de Medicina Legal del Instituto Anatómico Forense de Santiago de Compostela. Todo parecía indicar que se trataba de un caso de suicidio. Una vez realizadas las diligencias pertinentes, el expreso Rías Altas continuó su marcha hacia Madrid. Las huellas dactilares del joven, como dice el informe oficial del cadáver, eran la pieza clave para conseguir su identificación, ya que carecía de documentos que acreditaran su identidad.
Las autoridades del caso mandaron las huellas a toda la región gallega y también a la Central de la Policía Científica de Madrid con resultado negativo. El accidentado, oficialmente no existía y las informaciones aparecidas en los periódicos no arrojaron ninguna pista. La fotografía del desfigurado rostro del accidentado fue publicada por medios de comunicación regionales y nacionales. Esta iniciativa hizo albergar esperanzas sobre la obtención de pistas, pero, una vez más, el resultado fue nulo.
Su inquietante rostro añadía más incógnitas al controvertido asunto. La cabeza era muy voluminosa, poseía dentición completa con algunas piezas afiladas y salientes. Pero el dato que más llamó la atención de los especialistas fueron las orejas: las tenía absolutamente planas, rotadas hacia delante y sin pliegue alguno en el pabellón auditivo externo.
Después de que prestigiosos psiquiatras analizaran la imagen del rostro del cadáver, su opinión fue unánime: los rasgos faciales y los pabellones auditivos, sin marca alguna, reflejaban primitivismo y oligofrenia propia de enfermos psíquicos profundos. Esta hipótesis también fue barajada por la Policía Científica, que durante años investigó la posible desaparición del joven en colegios de acogida y centros de deficientes mentales de Galicia y en todo el norte portugués, en colaboración con las Fuerzas de Seguridad Lusas.
En un lugar cercano aparecieron unos extraños círculos concéntricos formados por pequeñas piedras, presuntamente realizados por el muchacho aquella tarde. Estaban dibujados con decenas de guijarros y guardaban una simetría perfecta. Varios psicólogos consultados declararon a la Policía que podría tratarse de algo semejante a los ejercicios que realizan los deficientes psíquicos en algunos procesos de aprendizaje. ¿Se trataba de algún mensaje?
La actitud del joven de mantenerse erguido, aparentemente ajeno a la llegada del tren, que se le venía encima a gran velocidad, suscitó numerosas conjeturas.
"Es una cosa rarísima, rara, muy rara...", aseguró Antolín Doval cuando hizo el balance del caso Boisaca. Nunca se habían topado con un suceso semejante. Este dato lo corroboró el popular criminalista y ex director de El Caso Juan Ignacio Blanco, para quien "nunca se ha dado un suceso de aparición repentina y muerte de estas características en la que no se ha llegado a identificar completamente a la víctima. Es, sin lugar a dudas, muy extraño, único..."

¿Quizá un sordomudo extraviado en alguna visita a Santiago y accidentalmente arrollado? En ese caso existiría una denuncia de desaparición y una reclamación del cuerpo, tras ser publicadas las fotografías del cadáver. Además de éstas, surgen muchas más incógnitas: ¿Por qué caminaba de espaldas al tren? ¿Desconocía acaso el peligro que entraña un expreso a toda velocidad?
Las hipótesis lógicas faltan en su totalidad y muchas personas conocedoras del caso, se han planteado otras que pudieran parecer más fantásticas. La posibilidad de que un muchacho en estado semisalvaje fuera arrollado por el tren pasó también por un riguroso análisis. La ropa, varias tallas mayor, podría ser robada, como el dinero.
Sin embargo, un atraco no se corresponde, según los psicólogos consultados, con los parámetros de comportamiento de un ser irracional. La ropa y el dinero tampoco figuran en la denuncia que el afectado debiera haber cursado, con más motivo aún dada la divulgación que se dio al asunto y la constante petición de ayuda por parte de la Policía.
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1 comentarios:
Write comentariosCómo ya te puse en Apezz el final de la historia demuestra que el caso tiene una explicación lógica y que el chico fue identificado el año pasado.
Replyhttp://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=3&idNoticia=356156
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